sábado, 30 de enero de 2010

DIOS ES MUJER




¿Te resulta una frase provocadora? ¡Lo es! Pero es también muchísimo más que eso... Una verdad que nos han ocultado durante los últimos 5 milenios.

Te propongo que tomes una inspiración profunda y vayas al centro de tu ombligo con los ojos cerrados. Repite la oración en tu interior: DIOS ES MUJER.

¿Sientes que toda la piel se te eriza? ¿Quizás un poco de comezón? ¿Rabia? ¿Indignación? ¿Curiosidad? ¿Tal vez, temor? ¿Emoción? ¿Ganas de reír? ¿Ganas de llorar? ¿Acaso, nada? ¿O un suave cosquilleo en el pecho, como el aletear de tenues mariposas que vuelan dentro tuyo y vuelan hacia arriba, en espiral, tratando de salir y manifestarse?

DIOS ES MUJER. Siéntelo con todo tu cuerpo. Siéntela tu vientre, tus pechos, tu vagina... Siente tu cuerpo de mujer, hecho a imagen y semejanza de la Diosa.
Y si te cuesta creerlo, pregúntate: por qué no? Si durante los últimos 5.000 años se nos dijo que “dios no tiene sexo” pero no obstante se refieren a él siempre como “padre” y relegan al vientre de María a ser apenas un instrumento de la voluntad de este varón superior y omnipotente.

DIOS ES MUJER. Y puedes comprobarlo en la redondez de la tierra y en las cavernas-útero que se ocultan en ella. En los huecos de los árboles, en las montañas que parecen pechos, en los desiertos de arenas suaves, en las aguas que arrasan con todo, en la luz y en las sombras. Todo le pertenece a Ella. Y si todavía te resulta difícil creerlo, sal una noche de luna llena y habla con Ella. Danza alrededor de una hoguera. Báñate desnuda en un arroyo y canta desde que te levantes hasta que te duermas. Pare un hijo en cuclillas, dale a beber de ti misma...

Y si después de hacerlo, no La has sentido vibrar, corriendo a través de tus venas... tal vez tampoco puedas encontrar tu cara en el espejo.

Referencia: Sandra Román