viernes, 1 de abril de 2016

Nos contaron acerca de Aztlán



Por: Víctor. A. Cabello. Reyes

Desde épocas antiguas las tradiciones y crónicas de los Pueblos Originarios de América dan a conocer y a señalar un mismo lugar primordial o espacio físico real de origen y procedencia común mítico- histórico. Por otro lado, resurgen como testimonio ciertas variantes y similitudes asombrosas, muchas de ellas, entre claras semejanzas ideológicas de corrientes filosóficas y espirituales comunes. Algunas de ellas, extraordinariamente parecidas, a la vez que sostenían y mantenían, un mismo sustrato ideológico ancestral de “multiplicidad y fragmentación’’ dentro de todo un rico universo teúrgico de naturaleza mágico-espiritual (Sejourné, 1992, 63-64).

Podemos decir, que la función esencial y primordial de la reactualización permanente del mito ancestral de Mesoamérica, era y es en cierta forma, poder lograr despertar al hombre –a través del rito y la danza ancestral-para poder devolverle su noción de verdadero rostro y honorable personalidad. Su cara y corazón. Por otro lado, de esta forma válida se da legitimidad y poder a su propia identidad-su herencia- o se adquiere permanentemente un rostro verdadero de culto linaje ancestral. Se “busca nuestra Casa’’ como signo de identidad se toma rostro. Para nuestros pueblos ancestrales mito y realidad van indisolublemente atados fuertemente de la mano. En cualquier caso, es remoto y ciertamente muy esquivo tan siquiera intentar tratar de desligar o separar fácilmente realidad y mito, dentro de esos múltiples cánones o variados niveles existentes y latentes, que fluyen constantes, entre el inescrutable universo real y terriblemente misterioso de lo inexplicable. La magia de lo sagrado nutre y permea en todo pensamiento mesoamericano bien vigorosa y aun bien vigente, dentro de una poderosísima y abierta conciencia espiritual de amplias realidades.

No podemos olvidar, que algunas de estas narraciones legendarias y sacras, subyacen ocultas y vivas, en relatos extraños dibujados hábilmente entre los “espejos que reflejan el rostro de las cosas’’ de aquella otra posible realidad. Son imágenes de un cosmos dinámico  que se nos esconden esquivas y poderosas entre las alfombras o esteras empolvadas de nuestro discutible y muy limitado finísimo concepto de lo real. Para los sabios y ancianos o los viejos que custodian celosamente la tradición, la narración del mito, no es meramente una memoria borrosa o un débil e insignificante cuento narrativo desprovisto de algún significado trascendental. Hay depositado en él, un riquísimo lenguaje milenario y simbólico provisto de varios niveles o planos superpuestos y que logra desbordarse en formas valiosas de interpretación significativa que llegan a personificar ideas sumamente abstractas. Son figuraciones elaboradas de ideas complejas hábilmente personificadas a través de una serie de conceptos mitológicos y espirituales, que logran sostener, todo un complejo filosófico sacro destacable a través de una milenaria y antigua tradición oral. La que posteriormente, viene a ser codificada en códices y pinturas adjudicándole un origen divino. Cabe recordar que el mito histórico verbal o ‘’las palabras acerca de lo antiguo’’ encarnan luego en la pintura lo que los viejos contaron y cantaron originalmente- “las antiguallas  de los indios’’-, recogidas y preservadas desde varios milenios atrás. Pero en el hombre, bien decía el sabio Carl G. Jung: ‘’La mentalidad primitiva no inventa mitos, sino que los experimenta’’. Según la concepción en las viejísimas estructuras y empolvadas antípodas de la vida psíquica y ritual de nuestros pueblos, intentar conocer estos ‘’mitos’’, era parte fundamental y esencial del proceso espiritual de enseñanza para la adquisición de un ‘’rostro verdadero’’.

Entre las muchas y variadas imágenes y conceptos (Tira de la Peregrinación o Códice Boturini) de la tradición prehispánica acerca de sus orígenes o la salida del punto o lugar de origen-‘’lo que solían repetir los Ancianos’’-; se podían señalar y establecer ciertos lazos fuertes de continuidad histórica real, que afirmaban y delimitaban, los verdaderos límites e influencias de nuestra propia formación o personalidad como pueblos hermanos. Siempre teniendo la debida precaución y suma cautela en entrar en los debates estériles sobre las medidas y divisiones arbitrarias del tiempo en la dinamitada cronología mesoamericana. Solo entonces, podemos entender la unidad espiritual de todos al poder escuchar con un solo corazón: ‘’Izca in tlatolli in quitotihui in huehuetque’’-  “He aquí la palabra que dejaron dicha los Viejos’’. Diversos testimonios vienen a confirmarnos que todos estos viejos pueblos proceden o se  originan de una misma raíz o tronco común -como la sociedad teotihuacana y la tolteca sobre los aztecas- y de un lugar legendario, milenario y ancestral simbólicamente integrador. “Pero las investigaciones arqueológicas sobre la ulterior secuencia cultural de Mesoamérica,  contrariando la aplicación de esquemas, obligan a plantear nuevas cuestiones…A lo largo de las costas del Golfo de México,…aparecen los primeros centros ceremoniales y con ellos las más antiguas formas de un arte que nadie puede llamar primitivo…’’Toltecáyotl, Miguel León Portilla, págs. 43-44.


De esta misma forma, el eminente erudito León Portilla puntualiza que la raíz principal de las formas constantemente renovadas y antiguas de la toltecáyotl pueden ser debidamente rastreadas hasta las costas del golfo y se reafirma sólidamente, el prestigioso investigador, en poder lograr señalarnos, que lo que reciben los mexicas, es una vieja herencia ya fundida y asimilada de aquellas gloriosas épocas pasadas. Desde sus orígenes, los pueblos mesoamericanos señalan reiteradamente -con sus variantes lingüísticas grupales- hacia un punto particular del Oriente-‘’Tlillan Tlapallan’’=el lugar del Rojo y el Negro y/o a la zona del área del Golfo de México,  como punto exacto de llegada, dispersión  y no de origen. Sin embargo, los personajes legendarios y maduros espiritualmente-sacerdotes de To’laan- vienen en canoas entrando en migraciones continuas a través de las desembocaduras de los grandes ríos y afluentes siguiendo al Abuelo B’OT’AAN y Dragón o al Ahaw-Emplumado-el reconocido BO de AKatl (véase: Monumento no.19 La Venta, Soustelle, 1984,48; interesante estudiar detenidamente el viaje del Maestro original-K’uk’ulcan-Quetzalcoatl-Ce Ácatl de oeste a este y su singular “desaparición por algún lugar de la costa del Golfo de México’’, Florescano, 2000, 75, 103).Y, en efecto, es el lugar enigmático Pa-Tulán-Civán del Título de los Señores de Totonicapán: “donde para ti mantienen vigilancia de las cosas de tus abuelos…’’(C.Florentino,V.II) y el sitio exacto de “donde se veía claramente la venida del otro lado del mar’’(Pop Wuj).

De ahí que, para algunos investigadores importantes, los mexicas, ya traen consigo un conjunto definido de deidades tutelares algunas de durísimo carácter belicista y posiblemente de serias características sangrientas, tomadas y asimiladas de las influencias culturales chichimecas del norte. De igual forma, estos relatos míticos- legendarios y tradicionales vienen a lograr ser fusionados y asimilados al ser dignamente elaborados ideológicamente en su forma y estilo por los mexicas. Esto es así, cuando llegan ellos a ser un poderoso pueblo maduro y firmemente establecido, en la búsqueda de su sentido del destino. Y, no antes. Por otra parte, todo parece indicarnos que estos pueblos, de igual modo, asimilan formas parecidas desde su salida de una cueva-vientre materno-o de un lugar lejano y paradisiaco abundante y rebosante “de líquido amniótico’’ abandonado por los constantes conflictos permanentes (véase: M.Graulich). Podría decirse entonces que es un pueblo honorable con una firme y estructurada vocación educativa asimiladora y ciertamente fundamentalmente sincrética. Y esto, lo podemos comprobar, en el solo hecho de la afanosa búsqueda de su lógica identidad y rostro de parte del quinto señor Moctezuma Ilhuícamina o Moctezuma I, entre 1440-1469 d.C. Y todos sabemos, que la otra reciente y reconocida peregrinación azteca fue en un 1 Pedernal (1113 d.C.). De manera que, aquella “otra reciente salida’’ o mal llamada “peregrinación’’ desde el legendario Aztlán-Chicomóztoc (1113) es toda una adaptable y suavemente adoptada rica herencia oral de los viejos la que – “solían repetir los ancianos’’- y que perduraba vigente y viviente de los relatos recibidos de parte de los Abuelos Toltecas.

En este sentido, fueron fusionados hábilmente a sus creencias particulares y tribales por aquellos quienes fueron en aquel tiempo, “vasallos de los Tlatoques de Aztlán’’. Asimismo, se continúa la trayectoria en el juego eterno e interminable entre los dominantes y dominados. ’’¿Significa esto que los mexicas, al mostrarse como herederos de quienes habían alcanzado ese tan antiguo florecimiento en las costas del golfo y en la mítica región de Tamoanchan, tuvieron al menos vaga conciencia de que su legado entroncaba con la que –gracias a la arqueología-conocemos hoy como cultura olmeca o “cultura madre’’ en el ámbito de Mesoamérica?” (Miguel León Portilla, 2003, 25).

De hecho la historia verdadera y sagrada es aquella que nos habla de los sucesos de un tiempo primordial y origen de las cosas, experimentado a través de una rica y poderosa tradición oral y de una afanosa práctica constante de recitación ritual, rigurosamente memorizada por medio de la reactualización consciente de los amplios significados del mito. Por si fuera poco, en esa tradición hay también latente un refulgente poder oculto de naturaleza mágico espiritual que perdura y es mantenido celosamente y guardado permanentemente en los envoltorios sagrados de los sacerdotes. Po su parte, al poder vivir y nutrirse abundantemente del mito, se logra trascender y  fusionarse al tiempo mágico y posiblemente supra “cronológico’’ de los Abuelos. Es la consagración activa del tiempo sagrado del poder tremendo del Way-Bo, y de la ostentación ofrendada de la visión mágico teúrgica del Wayob. Precisamente, donde a través de esa misma consagración de su temible poder o uakan, se logra acceder genuinamente a las regiones del dominio absoluto del arte de la ensoñación y  de la transformación naguálica.

De esta forma es todo un modo de vida filosófico y arte supremo del correcto vivir (B. de la Fuente, “El Arte como expresión de lo sagrado”; Houston y Stuart, 1989).Son situaciones celestes y astrológicas la que motivan el impulso inicial de la marcha de estos pueblos (Códice Peresiano, Códice Dresde).  Podemos entonces decir propiamente que se establece firmemente una estrecha relación entre la cosmogonía y el origen real e histórico de la salida. Consecuentemente se adquiere lo que bien es posible llamar la responsabilidad vital de una vigorosa identidad cósmica. Y de esta forma, se internaliza la potencialidad activa y real de poder ser de forma genuina y pura dueño absoluto de un corazón hábil y totalmente comprensivo. Para algunos, llega a ser este el preciso momento en que se unifica nuevamente la dualidad del Omeyocan y se adquiere el apropiado sentido ritualista de la verbalización  del ¡Ometeotl! No debemos olvidar que nuestros pueblos viven con exactitud y plena rigurosidad las cargas de los días y las cuentas de los tiempos.

Son muchos los niveles y las pluralidades de las otras realidades, en los cuales, el brujo-nagual navega sabiamente y puede penetrar para buscar su rostro e identificar la verdad o la falsedad del rostro ajeno. Conforme a esto, repetir la narración del origen es poder estar cerca de ese cordón de sangre o conexión directa a nuestra propia identidad y espejo reflector de obsidiana. De igual forma, esa búsqueda es también –esencialmente- un asunto de un potencial reencuentro calendárico entre el tiempo sacro y el profano. De igual manera  sus imágenes fundamentales y sensiblemente codificadas, poseen cargas sacras de reconocido valor histórico y de una solemne profundidad de carácter religioso. La pluralidad de sus significaciones y contenidos reside en cierta forma, entre las similitudes y aproximaciones de ciertos elementos substanciales comunes, que persisten y permanecen, en una variedad de riquísimas tradiciones espirituales de nuestros pueblos. Todos ellos, sin carácter privativo de obstinada exclusividad nacionalista y patriótica única. ¡El Gran Espíritu o El Gran Misterio no tiene banderas ni mucho menos defiende fronteras! Son nuestros propios vestigios ocultos el producto exclusivo de antiquísimos intercambios milenarios por mares y aguas comunes y, bien familiares.

 Ellos los abuelos/as fueron de esta manera nuestros prestigiosos antiguos maestros nautas. En cierto sentido, las nuevas luces que producen el sentido renovado de la iconografía y el finísimo trabajo de la piedra delimitan y enriquecen los contornos ocultos de su ponderada significación espiritual. A partir de esos viajes, por las aguas que brotan de una primordial gran montana maternal insular, la canoa de la tradición comienza a desplazarse y a señalarnos muy lentamente las huellas de los ancestros. Lo demás, en el fondo, son solo los resultados más recientes hábilmente codificados y fielmente pintados. En realidad, existe una vivida tradición milenaria primordial y ancestral común -Tradición Única- que hunde sus raíces firmemente como árbol de Tamoanchán  fragmentado en conglomerados y dispersos símbolos  genéricos de profunda erudición.

Denominador común es la acertada articulación matemática de antiquísimos ciclos calendáricos celestes y de una escritura hierática y oculta-garra o escritura Bala’an Tsiibtaj- que como “signo de jaguar’’ resulta al momento de difícil interpretación parte de sus componentes fundamentales y rasgos esenciales. “Balam es otro nombre del jaguar y también denota brujería, y es porque se refiere a lo oculto, a lo envuelto’’ (El Libro de los Libros de Chilam Balam, A. Barrera Vázquez y Silvia Rendón, pág.31). “Perdida será la ciencia, perdida será la sabiduría verdadera’’ (Chilam Balam, 72). En principio, hay una separación original de estos pueblos primordiales –‘’los que se propagaron allá en el Oriente’’- que precede históricamente, en milenios, a la muy reciente e histórica peregrinación azteca y que no corresponde cronológicamente, en modo alguno, con la fina y dulce usurpación o síntesis de la tradición adquirida por el poder militar de los dominadores.  “¡Ay de nosotros! En Tulán nos perdimos, nos separamos, y allá quedaron nuestros hermanos mayores y menores. ¡Ay, de nosotros hemos visto el sol!, pero ¿Dónde  están ellos ahora que ya ha amanecido?, les decían a los sacerdotes y sacrificadores de los yaquis’’ (Popol Vuh, Capítulo IX, p.123).

Evidentemente, el Corazón del Cielo que para los Abuelos Mayas también se conoce como Huracán, es exactamente un poder solar energético que reside oculto en el lugar sacro del Paxil y Cayalá y en el centro del corazón de la montaña. Igualmente de este mismo lugar resurge fulguroso y con su Rostro Verdadero el Anciano Maestro Jaguar=Tepeyóllotl y dueño del Rayo del Poder del Ajaw=DRAGÓN (véase: Monumento Num.19, La Venta) o, la también prudente advocación posterior, del dios Tezcatlipoca. Indiscutiblemente, para lograr acceder a esos niveles es necesario entonces, adquirir el rostro del nagual. Por este motivo, solo podemos subir a través del árbol sagrado que es la ceiba verde o “Gran Madre Ceiba’’, con las herramientas o “garras’’ del poderoso brujo nagual .Recordemos que viene desde allá y del viejo Tamoanchan  el recuerdo oral, el que luego, fue plasmado hermosamente en las pinturas antiguas del árbol que se rompe y dispersa. Aztlan, o Teoculhuacan (‘’lugar de los abuelos o antepasados’’) viene a  ser verdaderamente la Guaca Original o la boca del jaguar y la vírgula parlante de la cueva. O, “el cerro torcido’’ –y el monte de la serpiente y boca parlante del jaguar-ajau donde se logra manifestar  esplendoroso la sabiduría oculta del Guacan-Wakan (Ek Baalam).

Es cueva y Flor como en Teotihuacán (Doris Heiden). Del que podemos afirmar, sin duda alguna, ser sinónimo exclusivo de un lugar especial donde se concentran grandes energías sagradas. Pero, sobre todo, son fuerzas mágicas y telúricas unificadas en aquellos tiempos, por medio de los poderosos naguales y sacerdotes en una periódica y consciente reactivación teúrgica del punto central o Templo Mayor, encarnado potencialmente, desde la legendaria Isla Sagrada(véase: Historia Tolteca Chichimeca,f.16r.). De cualquier modo, es desde allí que proceden los Abuelos Originales y vienen lentamente a ramificarse y mezclarse genéticamente, todos los grupos o clanes ancestrales. Tal vez de su salida en canoa podemos solo afirmar que sea solo un primer proceso o etapa iniciática original-huellas- hacia la culminación progresiva y renovación  espiritual de la centralización cósmica de un nuevo espacio y templo sagrado. Sin embargo, en ese nuevo lugar señalado y escogido por el verbo sacro y parlante del “pájaro colibrí” se adquiere un nuevo rostro con plena conciencia activa de solidez y profunda unidad cósmica. Además, participando activamente y a la misma vez, de esas distintas realidades y niveles superpuestos de lo sagrado.

Aún más, ese centro de dispersión es también árbol, cueva, matriz de la tierra y montaña sagrada. Para Mendieta fue en Chicomóztoc ‘’lugar de las siete cuevas’’ donde nacieron las deidades-1600-del pedernal que cayó del cielo. Sin duda, lógica y acertada intervención flechada del poderoso I’tz o semilla espermática liquida y solar=semen cósmico. El Camino Blanco (sacbeoob)-o, mejor los viejos caminos-, son reconocidos como el humilde sendero de las huellas en los códices. Por consiguiente, es de la misma manera la vía sacra del sacbe. Es curioso que ese Sendero Blanco Sak Beej de sus abuelos es el mismo que busco afanosamente por el hilo sagrado y oculto -Kuxa’an Suum- de Tulum, el abuelo Juan Tutul Xiu  y es aquel que nos conduce directamente de nuevo al antiguo  lugar de ‘’la blancura’’ o “lugar de la garza’’. El mismísimo Aztlán. ’’En los tiempos lejanos, que nadie puede ya calcular, que nadie puede ya recordar, los que vinieron aquí,…Los abuelos, las abuelas…’’ (Códice Florentino).


Este problema del origen de los antiguos Maestros nos lleva cada vez hacia atrás a épocas cronológicas muy antiguas, posiblemente, sin relación histórica “directa’’ algunas de ellas con las recientes “peregrinaciones” de los jóvenes pueblos nahuas. “No sabemos, pues, como los olmecas se llamaban a sí mismos, que lengua hablaban ni de donde llegaron’’ (Jacques Soustelle, Los Olmecas, 2003, 15). Podemos decir que ellos son aquellos antiguos Maestros Espirituales y los originales “nahualli’’o naguales del Jaguar y del serpentino Ahaw (Soustelle, 155). ’’El jaguar y la serpiente: estas dos criaturas obsesionaron la imaginación de los indios mesoamericanos durante decenas de siglos” (Soustelle, 88).

Son ellos los que mantienen la tea de la tradición ardiendo y quienes conservan los patrones básicos de la sabiduría de la serpiente de cascabel y las enseñanzas espirituales y “chamánicas’’ del jaguar. Por consiguiente, lo que los sabios y celosos informantes del genial Sahagun-siguiendo los celosos y nobles intentos investigativos de fray Diego de Olmos (1533 hasta 1539)- llegan a heredar, son aquellas narraciones legendarias fundamentales-el siempre muy vigente “huehuetlahtolli=antigua palabra’’- o las viejas y antiguas tradiciones, las cuales, posiblemente, se pueden cronológicamente remontar a los  gloriosos tiempos prehispánicos históricos y milenarios (véase: Román Piña  Chan, Historia, Arqueología y Arte Prehispánico, 1986, 22). Tamoanchan- “buscamos nuestro hogar’’  se busca ya que se perdió y fue allí donde ellos: ’’y  llevaron consigo sus escritos, los libros, las pinturas…’’ (Códice Florentino).

Ya hemos señalado que Hun-Ra-Kan es también el pájaro serpiente (Coa=serpiente y Mo=pájaro) del cual emana el poder del rayo como señor de las tormentas, el mar, el Viento-Huracán-y el trueno, el relámpago o del fuego mezclado con agua. Es sabido además, que está asociado muchas veces al planeta Venus y que encarna uno de los múltiples aspectos del Maestro Quetzalcóatl-‘’el uno pierna’’ como el  ‘’Señor del Rayo, del Trueno y de los Relámpagos’’ (véase: Piña  Chan y Patricia Castillo Peña, Tajín, 1999, 48, 54, 65. Puede suponerse, asimismo, que de este lugar mítico histórico -Trueno Viejo- primordial cada grupo o clan racial tomara su dirección espiritual y reconocerá su rostro u origen como pueblo. “Y entonces estos grupos diferentes seguían: los Tolteca, los Mexica, los Nahua’’… (Códice Florentino). Por lo demás, es interesante puntualizar esa nota muy familiar para nosotros entre el Caribe y los Totonacas, que bien es señalada por el investigador Piña Chan:  “A su vez Huracán, Juracán (voz taina), significa tempestad; viene a ser equivalente a El Tajín o Trueno Viejo…’’ (114).

Testimonios excepcionales los podemos encontrar en el Arey-T’o-danza cantada del Areyto-es allí donde perdura la tradición oral de nuestros Ancestros o Abuelos y Abuelas. To es uno de los clamores Lakotas (háu, chá, hó, húh y Tó). Si observamos detenidamente, también se manifiesta la raíz lingüística del To (memoria, recuerdo ancestral, tradición). Iguanaboina es una de las cuevas de donde sale el Sol y la Luna. Bo, es jaguar y Na es casa. Boina es serpiente parda. Cauta o Kanta (Canta-Ulloa le llama canta) es el lugar o cueva de donde salen los ancestros. Can o Kan es valeroso, recio y poderoso. Lucayos, Macoríes, Taínos, Guanatabibes, Ciguayos y Caribes todos hablan del mismo lugar sagrado del origen único. Decía el investigador Sueco Even Loven: “Los habitantes más antiguos de las Antillas no eran inmigrantes sudamericanos sino norteamericanos de los que, en la época del descubrimiento, existía todavía un resto, los Guanahatabey”.

Entre los nautas arcaicos y grupos pre-líticos es muy posible que se encuentre el descifre de estos enigmas del origen. Tó es un envoltorio sagrado cuyo significado es ‘’envolver’’ o cubrir. La Toa es la Madre Rana-Toa-ti es el Cemí de tres puntas- que nutre la tradición oral o aquello que debemos preservar y custodiar o proteger celosamente (Tla-toa-ni=Tlatoani=’’el que habla’’). “Amphibians of the genus Bufo, toads played an important and early role in the religious symbolism of ancient Mesoamerica. Depictions of toads first appear in Formative Olmec art, and it is likely that many of the ‘’were-jaguar’’ figures are actually TOADS’’ (Mary Miller and Karl Taube, The Gods and Symbols of Ancient Mexico and the Maya, 2004, 168). Toa, Toa -según Pane- es la evidente transformación en Tona, sin duda alguna, de un singular y conmovedor aspecto similar naguálico. To-naca es ‘’nuestra carne’’ y Tonacáyotl se le llama al maíz en náhuatl. Ese antiguo vocablo Toa es también un río o poderosa vena de sangre Toa-Be’Ik=Toabey la que nos une en virtud y rectitud-Tohil Be- con el verbo sacro y consanguíneo de los ancestros. Otoa es otra variante de Otuao=Utuado.

En el fondo, el lugar de la blancura o lugar de las garzas o Aztlán original al parecer de ninguna forma sensata puede ser encontrado ni ubicado fielmente sin discusión y polémicas –hasta políticas-en México. Vale decir que el sabio Boturini decía que Aztlán era una provincia de Asia. Recordemos solamente el momento en el cual Motecuhzoma Ilhuícamina reflexiona sabiamente sobre el lugar remoto de sus ancestros y ordena a Tlacaélel reconocer ‘’el dichoso lugar’’ donde moraron sus padres. Sin embargo, también en este caso es gracias al poder del nagual que puede acceder de forma precisa los más poderosos brujos al lugar sagrado. “El demonio, forzado por aquellos conjuros y ruegos, y ellos, volviéndose en forma de aves unos, y otros, en formas de bestias fieras, de leones, tigres, adives, gatos espantosos, llévoles el demonio a todos ellos a aquel lugar donde sus antepasados habían habitado’’ (Durán, II,p. 217) en Hernando Alvarado Tezozómoc, Cronica Mexicáyotl. Podemos ver que este preciso lugar legendario e histórico conlleva en su estructura formal el complejo cuerpo de varios planos de realidades superpuestas. “Por el agua en sus barcos vinieron, en muchos grupos, y allí arribaron a la orilla del agua’’ (Informantes de Sahagún).

De manera que existe un motivo esencial por el cual Moctecuhzoma Ilhuícamina retoma y se apropia de estas fuentes orales y envía a estos naguales al sitio que sus Abuelos le habían indicado-Chicomoztoc-Tollan-el “lugar de las siete cuevas’’ de donde habían comenzado su migración original los viejos y ancianos ya hacia miles de años (Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España (T.II, 215). Mientras tanto, Aztlán-Tollán-Chicomóztoc es una poderosa transmisión sistemática de memorización o tradición milenaria prehispánica, que se mantuvo oralmente-la que luego fue codificada y rigurosamente adaptada-en el Cálmecac y en otros muchos centros de enseñanza de varias culturas ancestrales. Sin duda, son enseñanzas  antiguas modificadas y bien asimiladas, de acuerdo a cada línea personal o grupal de tradición espiritual ancestral. De esta manera lo afirma el sabio mexicano Don Miguel León Portilla: “Los mexicas o aztecas, al tiempo ya del enfrentamiento con los hombres de Castilla, eran herederos de milenios de cultura’’. Luego, más adelante, nos confirma el serio investigador: ’’Se sabe de hecho que fueron algunas gentes de origen tolteca, los famosos: Tlailotlaque, “Los Regresados’’, quienes, procedentes de la Mixteca, vinieron a ensenar a los tezcocanos el arte de la escritura’’.


Estos grupos salen por algunas razones de índole climático-cambios bruscos de los ciclos naturales- y de fuertes y constantes expresiones de renovación o regeneración telúricas. Clavijero afirmaba que un pájaro o avecilla les instó a salir apresuradamente. “Ese tihui, tihui, que incesantemente nos repite. ¿Qué otra cosa significa que conviene salir de esta tierra y buscar otra?’’(Clavijero, 92). El mismo Clavijero nos dice que había podido rastrear esa cronología de la salida hasta el “año  de 160 de la Era Vulgar’. Por lo general, el mensaje original se encuentra impregnado de categorías sacras enmarcadas sabiamente en conjuntos de creencias nahualísticas y en mensajes simbólicos entramados entre aquellos significados ordenados y clasificados por la visión milenaria del nagual. En este mundo espiritual es aceptable que el colibrí, la hormiga o el animal de poder sean guías y maestros del viaje y, a la vez, puedan mantener una relación determinada con el clan escogido transmitiendo una información privilegiada entre sus miembros. Los Abuelos del Jaguar y la Serpiente de Cascabel, formaban órdenes y hermandades secretas en vías a mantener celosamente la total recuperación y permanencia coherente de las raíces formativas de su herencia espiritual indígena. Acá en el Caribe Insular fraterno y específicamente en el Parque Ceremonial Indígena de Caguana, Utuado Puerto Rico, se encuentra orgulloso el símbolo de la garza entre los petroglifos principales asociados a la mitología del juego de pelota (véase: Dra. Yolanda Molina Serrano, U.P.R. Utuado, Posibles patrones de desarrollo pictórico, 13).

Hasta la fecha el investigador cubano, Antonio Núñez Jiménez se reafirma que existe una “historia contada’’ que se encuentra también en los petroglifos. Dice el investigador: “El ideograma, tanto pictográfico como petroglífico es una forma de escritura primitiva en ocasiones, el dibujo significa el objeto representado’’. Desde esa perspectiva una interpretación del fenómeno arqueológico de la representación de la garza en Utuado existe en la enorme familiaridad de elementos comunes y dispersos entre una rica y variada iconografía de los pueblos hermanos de Mesoamérica. Es evidente que desde ya hace milenios, surgen y permanecen entre todos ellos vocablos y toponimias familiares y comunes de asombrosos sustratos lingüísticos parecidos. Es para nosotros evidente que ya en la iconografía y  evidencia arqueología, asociada entre el ir y venir a través del juego de pelota entre estos pueblos hermanos antiguos, se puede demostrar la antigua afinidad en la arqueología del Parque Ceremonial de Tibes, en Ponce Puerto Rico, ya desde el siglo I d.c. (25). Así pues, recientes investigaciones científicas sobre los patrones y afinidades migratorias e interpretación de una filiación biológica ancestral común , nos conducen a pensar –muy seriamente-, en una mutua influencia racial enmarcada dentro de una  visión cronológica verificable, más antigua; para de esta forma, poder comenzar, a revaluar la evidente presencia humana en el área Circum- Caribeña desde posiblemente 6,000 antes del presente (Robiou,2003,32-35,38-51;Sued Badillo,2008,66;Coppa A., Cucina A., Lucci M., Luna Calderon F.,Tavarez C.,Vargi R. “El Poblamiento del Área Circum- Caribeña en Congreso de Arqueología del Caribe’’, Vol.II,2003,494).

La arqueología reciente comienza a establecer científicamente que las migraciones originales o iniciales hacia y desde Mesoamérica al Caribe pueden ser fechadas hacia cuarto milenio A.C (Maggiolo y Ortega, 1976). Bueno me atrevo a sugerir que solo necesitamos abrirnos a considerar que la verdad espiritual de la unidad y origen único de nuestros pueblos Originarios hermanos se encuentra cada dia un poco más cerca. ¡Muchas Gracias!

Ajau Tsaab Kaan J-Meen Báalam.