Por: Víctor. A. Cabello. Reyes
Desde épocas antiguas las tradiciones y
crónicas de los Pueblos Originarios de América dan a conocer y a señalar un mismo
lugar primordial o espacio físico real de origen y procedencia común mítico- histórico.
Por otro lado, resurgen como testimonio ciertas variantes y similitudes asombrosas,
muchas de ellas, entre claras semejanzas ideológicas de corrientes filosóficas
y espirituales comunes. Algunas de ellas, extraordinariamente parecidas, a la
vez que sostenían y mantenían, un mismo sustrato ideológico ancestral de “multiplicidad
y fragmentación’’ dentro de todo un rico universo teúrgico de naturaleza mágico-espiritual
(Sejourné, 1992, 63-64).
Podemos decir, que la función esencial y
primordial de la reactualización permanente del mito ancestral de Mesoamérica, era
y es en cierta forma, poder lograr despertar al hombre –a través del rito y la
danza ancestral-para poder devolverle su noción de verdadero rostro y honorable
personalidad. Su cara y corazón. Por otro lado, de esta forma válida se da
legitimidad y poder a su propia identidad-su herencia- o se adquiere
permanentemente un rostro verdadero de culto linaje ancestral. Se “busca
nuestra Casa’’ como signo de identidad se toma rostro. Para nuestros pueblos
ancestrales mito y realidad van indisolublemente atados fuertemente de la mano.
En cualquier caso, es remoto y ciertamente muy esquivo tan siquiera intentar
tratar de desligar o separar fácilmente realidad y mito, dentro de esos múltiples
cánones o variados niveles existentes y latentes, que fluyen constantes, entre
el inescrutable universo real y terriblemente misterioso de lo inexplicable. La
magia de lo sagrado nutre y permea en todo pensamiento mesoamericano bien
vigorosa y aun bien vigente, dentro de una poderosísima y abierta conciencia espiritual
de amplias realidades.
No podemos olvidar, que algunas de estas
narraciones legendarias y sacras, subyacen ocultas y vivas, en relatos extraños
dibujados hábilmente entre los “espejos que reflejan el rostro de las cosas’’
de aquella otra posible realidad. Son imágenes de un cosmos dinámico que se nos esconden esquivas y poderosas
entre las alfombras o esteras empolvadas de nuestro discutible y muy limitado finísimo
concepto de lo real. Para los sabios y ancianos o los viejos que custodian
celosamente la tradición, la narración del mito, no es meramente una memoria
borrosa o un débil e insignificante cuento narrativo desprovisto de algún
significado trascendental. Hay depositado en él, un riquísimo lenguaje
milenario y simbólico provisto de varios niveles o planos superpuestos y que logra
desbordarse en formas valiosas de interpretación significativa que llegan a
personificar ideas sumamente abstractas. Son figuraciones elaboradas de ideas complejas
hábilmente personificadas a través de una serie de conceptos mitológicos y
espirituales, que logran sostener, todo un complejo filosófico sacro destacable
a través de una milenaria y antigua tradición oral. La que posteriormente,
viene a ser codificada en códices y pinturas adjudicándole un origen divino. Cabe
recordar que el mito histórico verbal o ‘’las palabras acerca de lo antiguo’’ encarnan
luego en la pintura lo que los viejos contaron y cantaron originalmente- “las
antiguallas de los indios’’-, recogidas
y preservadas desde varios milenios atrás. Pero en el hombre, bien decía el
sabio Carl G. Jung: ‘’La mentalidad primitiva no inventa mitos, sino que los
experimenta’’. Según la concepción en las viejísimas estructuras y empolvadas antípodas
de la vida psíquica y ritual de nuestros pueblos, intentar conocer estos
‘’mitos’’, era parte fundamental y esencial del proceso espiritual de enseñanza
para la adquisición de un ‘’rostro verdadero’’.
Entre las muchas y variadas imágenes y
conceptos (Tira de la Peregrinación o Códice
Boturini) de la tradición prehispánica acerca de sus orígenes o la salida
del punto o lugar de origen-‘’lo que solían repetir los Ancianos’’-; se podían
señalar y establecer ciertos lazos fuertes de continuidad histórica real, que afirmaban
y delimitaban, los verdaderos límites e influencias de nuestra propia formación
o personalidad como pueblos hermanos. Siempre teniendo la debida precaución y
suma cautela en entrar en los debates estériles sobre las medidas y divisiones
arbitrarias del tiempo en la dinamitada cronología mesoamericana. Solo entonces,
podemos entender la unidad espiritual de todos al poder escuchar con un solo
corazón: ‘’Izca in tlatolli in quitotihui in huehuetque’’- “He aquí la palabra que dejaron dicha los
Viejos’’. Diversos testimonios vienen a confirmarnos que todos estos viejos
pueblos proceden o se originan de una
misma raíz o tronco común -como la sociedad teotihuacana y la tolteca sobre los
aztecas- y de un lugar legendario, milenario y ancestral simbólicamente
integrador. “Pero las investigaciones arqueológicas sobre la ulterior secuencia
cultural de Mesoamérica, contrariando la
aplicación de esquemas, obligan a plantear nuevas cuestiones…A lo largo de las
costas del Golfo de México,…aparecen los primeros centros ceremoniales y con
ellos las más antiguas formas de un arte que nadie puede llamar primitivo…’’Toltecáyotl, Miguel León Portilla, págs.
43-44.
De esta misma forma, el eminente erudito León
Portilla puntualiza que la raíz principal de las formas constantemente
renovadas y antiguas de la toltecáyotl pueden ser debidamente rastreadas hasta
las costas del golfo y se reafirma sólidamente, el prestigioso investigador, en
poder lograr señalarnos, que lo que reciben los mexicas, es una vieja herencia
ya fundida y asimilada de aquellas gloriosas épocas pasadas. Desde sus
orígenes, los pueblos mesoamericanos señalan reiteradamente -con sus variantes lingüísticas
grupales- hacia un punto particular del Oriente-‘’Tlillan Tlapallan’’=el lugar
del Rojo y el Negro y/o a la zona del área del Golfo de México, como punto exacto de llegada, dispersión y no de origen. Sin embargo, los personajes
legendarios y maduros espiritualmente-sacerdotes de To’laan- vienen en canoas
entrando en migraciones continuas a través de las desembocaduras de los grandes
ríos y afluentes siguiendo al Abuelo B’OT’AAN y Dragón o al Ahaw-Emplumado-el reconocido
BO de AKatl (véase: Monumento no.19 La Venta, Soustelle, 1984,48; interesante
estudiar detenidamente el viaje del Maestro original-K’uk’ulcan-Quetzalcoatl-Ce
Ácatl de oeste a este y su singular “desaparición por algún lugar de la costa
del Golfo de México’’, Florescano, 2000, 75, 103).Y, en efecto, es el lugar
enigmático Pa-Tulán-Civán del Título de los Señores de Totonicapán: “donde para
ti mantienen vigilancia de las cosas de tus abuelos…’’(C.Florentino,V.II) y el sitio exacto de “donde se veía claramente
la venida del otro lado del mar’’(Pop
Wuj).
De ahí que, para algunos investigadores
importantes, los mexicas, ya traen consigo un conjunto definido de deidades
tutelares algunas de durísimo carácter belicista y posiblemente de serias
características sangrientas, tomadas y asimiladas de las influencias culturales
chichimecas del norte. De igual forma, estos relatos míticos- legendarios y tradicionales
vienen a lograr ser fusionados y asimilados al ser dignamente elaborados ideológicamente
en su forma y estilo por los mexicas. Esto es así, cuando llegan ellos a ser un
poderoso pueblo maduro y firmemente establecido, en la búsqueda de su sentido
del destino. Y, no antes. Por otra parte, todo parece indicarnos que estos
pueblos, de igual modo, asimilan formas parecidas desde su salida de una
cueva-vientre materno-o de un lugar lejano y paradisiaco abundante y rebosante “de
líquido amniótico’’ abandonado por los constantes conflictos permanentes (véase:
M.Graulich). Podría decirse entonces que es un pueblo honorable con una firme y
estructurada vocación educativa asimiladora y ciertamente fundamentalmente sincrética.
Y esto, lo podemos comprobar, en el solo hecho de la afanosa búsqueda de su lógica
identidad y rostro de parte del quinto señor Moctezuma Ilhuícamina o Moctezuma
I, entre 1440-1469 d.C. Y todos sabemos, que la otra reciente y reconocida
peregrinación azteca fue en un 1 Pedernal (1113 d.C.). De manera que, aquella “otra
reciente salida’’ o mal llamada “peregrinación’’ desde el legendario Aztlán-Chicomóztoc
(1113) es toda una adaptable y suavemente adoptada rica herencia oral de los viejos
la que – “solían repetir los ancianos’’- y que perduraba vigente y viviente de
los relatos recibidos de parte de los Abuelos Toltecas.
En este sentido, fueron fusionados hábilmente
a sus creencias particulares y tribales por aquellos quienes fueron en aquel
tiempo, “vasallos de los Tlatoques de Aztlán’’. Asimismo, se continúa la
trayectoria en el juego eterno e interminable entre los dominantes y dominados.
’’¿Significa esto que los mexicas, al mostrarse como herederos de quienes
habían alcanzado ese tan antiguo florecimiento en las costas del golfo y en la mítica
región de Tamoanchan, tuvieron al menos vaga conciencia de que su legado
entroncaba con la que –gracias a la arqueología-conocemos hoy como cultura
olmeca o “cultura madre’’ en el ámbito de Mesoamérica?” (Miguel León Portilla, 2003,
25).
De hecho la historia verdadera y sagrada es
aquella que nos habla de los sucesos de un tiempo primordial y origen de las
cosas, experimentado a través de una rica y poderosa tradición oral y de una
afanosa práctica constante de recitación ritual, rigurosamente memorizada por
medio de la reactualización consciente de los amplios significados del mito. Por
si fuera poco, en esa tradición hay también latente un refulgente poder oculto de
naturaleza mágico espiritual que perdura y es mantenido celosamente y guardado permanentemente
en los envoltorios sagrados de los sacerdotes. Po su parte, al poder vivir y
nutrirse abundantemente del mito, se logra trascender y fusionarse al tiempo mágico y posiblemente supra
“cronológico’’ de los Abuelos. Es la consagración activa del tiempo sagrado del
poder tremendo del Way-Bo, y de la ostentación ofrendada de la visión mágico
teúrgica del Wayob. Precisamente, donde a través de esa misma consagración de
su temible poder o uakan, se logra acceder genuinamente a las regiones del
dominio absoluto del arte de la ensoñación y de la transformación naguálica.
De esta forma es todo un modo de vida
filosófico y arte supremo del correcto vivir (B. de la Fuente, “El Arte como
expresión de lo sagrado”; Houston y Stuart, 1989).Son situaciones celestes y
astrológicas la que motivan el impulso inicial de la marcha de estos pueblos (Códice Peresiano, Códice Dresde).
Podemos entonces decir propiamente que se establece firmemente una estrecha
relación entre la cosmogonía y el origen real e histórico de la salida. Consecuentemente
se adquiere lo que bien es posible llamar la responsabilidad vital de una vigorosa
identidad cósmica. Y de esta forma, se internaliza la potencialidad activa y
real de poder ser de forma genuina y pura dueño absoluto de un corazón hábil y totalmente
comprensivo. Para algunos, llega a ser este el preciso momento en que se
unifica nuevamente la dualidad del Omeyocan y se adquiere el apropiado sentido
ritualista de la verbalización del
¡Ometeotl! No debemos olvidar que nuestros pueblos viven con exactitud y plena
rigurosidad las cargas de los días y las cuentas de los tiempos.
Son muchos los niveles y las pluralidades de
las otras realidades, en los cuales, el brujo-nagual navega sabiamente y puede
penetrar para buscar su rostro e identificar la verdad o la falsedad del rostro
ajeno. Conforme a esto, repetir la narración del origen es poder estar cerca de
ese cordón de sangre o conexión directa a nuestra propia identidad y espejo reflector
de obsidiana. De igual forma, esa búsqueda es también –esencialmente- un asunto
de un potencial reencuentro calendárico entre el tiempo sacro y el profano. De
igual manera sus imágenes fundamentales y
sensiblemente codificadas, poseen cargas sacras de reconocido valor histórico y
de una solemne profundidad de carácter religioso. La pluralidad de sus significaciones
y contenidos reside en cierta forma, entre las similitudes y aproximaciones de ciertos
elementos substanciales comunes, que persisten y permanecen, en una variedad de
riquísimas tradiciones espirituales de nuestros pueblos. Todos ellos, sin
carácter privativo de obstinada exclusividad nacionalista y patriótica única. ¡El
Gran Espíritu o El Gran Misterio no tiene banderas ni mucho menos defiende fronteras!
Son nuestros propios vestigios ocultos el producto exclusivo de antiquísimos intercambios
milenarios por mares y aguas comunes y, bien familiares.
Ellos los abuelos/as fueron de esta manera nuestros
prestigiosos antiguos maestros nautas. En cierto sentido, las nuevas luces que
producen el sentido renovado de la iconografía y el finísimo trabajo de la
piedra delimitan y enriquecen los contornos ocultos de su ponderada significación
espiritual. A partir de esos viajes, por las aguas que brotan de una primordial
gran montana maternal insular, la canoa de la tradición comienza a desplazarse
y a señalarnos muy lentamente las huellas de los ancestros. Lo demás, en el
fondo, son solo los resultados más recientes hábilmente codificados y fielmente
pintados. En realidad, existe una vivida tradición milenaria primordial y
ancestral común -Tradición Única- que hunde sus raíces firmemente como árbol de
Tamoanchán fragmentado en conglomerados y
dispersos símbolos genéricos de profunda
erudición.
Denominador común es la acertada articulación
matemática de antiquísimos ciclos calendáricos celestes y de una escritura
hierática y oculta-garra o escritura Bala’an Tsiibtaj- que como “signo de
jaguar’’ resulta al momento de difícil interpretación parte de sus componentes fundamentales
y rasgos esenciales. “Balam es otro nombre del jaguar y también denota
brujería, y es porque se refiere a lo oculto, a lo envuelto’’ (El Libro de los Libros de Chilam Balam,
A. Barrera Vázquez y Silvia Rendón, pág.31). “Perdida será la ciencia, perdida
será la sabiduría verdadera’’ (Chilam
Balam, 72). En principio, hay una separación original de estos pueblos primordiales
–‘’los que se propagaron allá en el Oriente’’- que precede históricamente, en
milenios, a la muy reciente e histórica peregrinación azteca y que no
corresponde cronológicamente, en modo alguno, con la fina y dulce usurpación o
síntesis de la tradición adquirida por el poder militar de los dominadores. “¡Ay de nosotros! En Tulán nos perdimos, nos
separamos, y allá quedaron nuestros hermanos mayores y menores. ¡Ay, de
nosotros hemos visto el sol!, pero ¿Dónde
están ellos ahora que ya ha amanecido?, les decían a los sacerdotes y
sacrificadores de los yaquis’’ (Popol
Vuh, Capítulo IX, p.123).
Evidentemente, el Corazón del Cielo que para
los Abuelos Mayas también se conoce como Huracán, es exactamente un poder solar
energético que reside oculto en el lugar sacro del Paxil y Cayalá y en el centro
del corazón de la montaña. Igualmente de este mismo lugar resurge fulguroso y con
su Rostro Verdadero el Anciano Maestro Jaguar=Tepeyóllotl y dueño del Rayo del
Poder del Ajaw=DRAGÓN (véase: Monumento Num.19, La Venta) o, la también prudente
advocación posterior, del dios Tezcatlipoca. Indiscutiblemente, para lograr acceder
a esos niveles es necesario entonces, adquirir el rostro del nagual. Por este
motivo, solo podemos subir a través del árbol sagrado que es la ceiba verde o “Gran
Madre Ceiba’’, con las herramientas o “garras’’ del poderoso brujo nagual .Recordemos
que viene desde allá y del viejo Tamoanchan el recuerdo oral, el que luego, fue plasmado
hermosamente en las pinturas antiguas del árbol que se rompe y dispersa. Aztlan,
o Teoculhuacan (‘’lugar de los abuelos o antepasados’’) viene a ser verdaderamente la Guaca Original o la boca
del jaguar y la vírgula parlante de la cueva. O, “el cerro torcido’’ –y el
monte de la serpiente y boca parlante del jaguar-ajau donde se logra manifestar
esplendoroso la sabiduría oculta del
Guacan-Wakan (Ek Baalam).
Es cueva y Flor como en Teotihuacán (Doris
Heiden). Del que podemos afirmar, sin duda alguna, ser sinónimo exclusivo de un
lugar especial donde se concentran grandes energías sagradas. Pero, sobre todo,
son fuerzas mágicas y telúricas unificadas en aquellos tiempos, por medio de
los poderosos naguales y sacerdotes en una periódica y consciente reactivación teúrgica
del punto central o Templo Mayor, encarnado potencialmente, desde la legendaria
Isla Sagrada(véase: Historia Tolteca
Chichimeca,f.16r.). De cualquier modo, es desde allí que proceden los Abuelos
Originales y vienen lentamente a ramificarse y mezclarse genéticamente, todos los
grupos o clanes ancestrales. Tal vez de su salida en canoa podemos solo afirmar
que sea solo un primer proceso o etapa iniciática original-huellas- hacia la
culminación progresiva y renovación espiritual
de la centralización cósmica de un nuevo espacio y templo sagrado. Sin embargo,
en ese nuevo lugar señalado y escogido por el verbo sacro y parlante del “pájaro
colibrí” se adquiere un nuevo rostro con plena conciencia activa de solidez y
profunda unidad cósmica. Además, participando activamente y a la misma vez, de
esas distintas realidades y niveles superpuestos de lo sagrado.
Aún más, ese centro de dispersión es también
árbol, cueva, matriz de la tierra y montaña sagrada. Para Mendieta fue en
Chicomóztoc ‘’lugar de las siete cuevas’’ donde nacieron las deidades-1600-del
pedernal que cayó del cielo. Sin duda, lógica y acertada intervención flechada del
poderoso I’tz o semilla espermática liquida y solar=semen cósmico. El Camino
Blanco (sacbeoob)-o, mejor los viejos caminos-, son reconocidos como el humilde
sendero de las huellas en los códices. Por consiguiente, es de la misma manera la
vía sacra del sacbe. Es curioso que ese Sendero Blanco Sak Beej de sus abuelos es
el mismo que busco afanosamente por el hilo sagrado y oculto -Kuxa’an Suum- de
Tulum, el abuelo Juan Tutul Xiu y es aquel
que nos conduce directamente de nuevo al antiguo lugar de ‘’la blancura’’ o “lugar de la
garza’’. El mismísimo Aztlán. ’’En los tiempos lejanos, que nadie puede ya
calcular, que nadie puede ya recordar, los que vinieron aquí,…Los abuelos, las
abuelas…’’ (Códice Florentino).
Este problema del origen de los antiguos Maestros
nos lleva cada vez hacia atrás a épocas cronológicas muy antiguas,
posiblemente, sin relación histórica “directa’’ algunas de ellas con las recientes
“peregrinaciones” de los jóvenes pueblos nahuas. “No sabemos, pues, como los
olmecas se llamaban a sí mismos, que lengua hablaban ni de donde llegaron’’
(Jacques Soustelle, Los Olmecas, 2003,
15). Podemos decir que ellos son aquellos antiguos Maestros Espirituales y los
originales “nahualli’’o naguales del Jaguar y del serpentino Ahaw (Soustelle, 155).
’’El jaguar y la serpiente: estas dos criaturas obsesionaron la imaginación de
los indios mesoamericanos durante decenas de siglos” (Soustelle, 88).
Son ellos los que mantienen la tea de la
tradición ardiendo y quienes conservan los patrones básicos de la sabiduría de
la serpiente de cascabel y las enseñanzas espirituales y “chamánicas’’ del
jaguar. Por consiguiente, lo que los sabios y celosos informantes del genial
Sahagun-siguiendo los celosos y nobles intentos investigativos de fray Diego de
Olmos (1533 hasta 1539)- llegan a heredar, son aquellas narraciones legendarias
fundamentales-el siempre muy vigente “huehuetlahtolli=antigua palabra’’- o las viejas
y antiguas tradiciones, las cuales, posiblemente, se pueden cronológicamente remontar
a los gloriosos tiempos prehispánicos
históricos y milenarios (véase: Román Piña Chan, Historia,
Arqueología y Arte Prehispánico, 1986, 22). Tamoanchan- “buscamos nuestro
hogar’’ se busca ya que se perdió y fue
allí donde ellos: ’’y llevaron consigo
sus escritos, los libros, las pinturas…’’ (Códice
Florentino).
Ya hemos señalado que Hun-Ra-Kan es también
el pájaro serpiente (Coa=serpiente y Mo=pájaro) del cual emana el poder del
rayo como señor de las tormentas, el mar, el Viento-Huracán-y el trueno, el
relámpago o del fuego mezclado con agua. Es sabido además, que está asociado
muchas veces al planeta Venus y que encarna uno de los múltiples aspectos del
Maestro Quetzalcóatl-‘’el uno pierna’’ como el ‘’Señor del Rayo, del Trueno y de los Relámpagos’’
(véase: Piña Chan y Patricia Castillo
Peña, Tajín, 1999, 48, 54, 65. Puede
suponerse, asimismo, que de este lugar mítico histórico -Trueno Viejo-
primordial cada grupo o clan racial tomara su dirección espiritual y reconocerá
su rostro u origen como pueblo. “Y entonces estos grupos diferentes seguían:
los Tolteca, los Mexica, los Nahua’’… (Códice
Florentino). Por lo demás, es interesante puntualizar esa nota muy familiar
para nosotros entre el Caribe y los Totonacas, que bien es señalada por el
investigador Piña Chan: “A su vez Huracán,
Juracán (voz taina), significa tempestad; viene a ser equivalente a El Tajín o
Trueno Viejo…’’ (114).
Testimonios excepcionales los podemos
encontrar en el Arey-T’o-danza cantada del Areyto-es allí donde perdura la
tradición oral de nuestros Ancestros o Abuelos y Abuelas. To es uno de los
clamores Lakotas (háu, chá, hó, húh y Tó). Si observamos detenidamente, también
se manifiesta la raíz lingüística del To (memoria, recuerdo ancestral,
tradición). Iguanaboina es una de las cuevas de donde sale el Sol y la Luna.
Bo, es jaguar y Na es casa. Boina es serpiente parda. Cauta o Kanta
(Canta-Ulloa le llama canta) es el lugar o cueva de donde salen los ancestros.
Can o Kan es valeroso, recio y poderoso. Lucayos, Macoríes, Taínos,
Guanatabibes, Ciguayos y Caribes todos hablan del mismo lugar sagrado del
origen único. Decía el investigador Sueco Even Loven: “Los habitantes más
antiguos de las Antillas no eran inmigrantes sudamericanos sino norteamericanos
de los que, en la época del descubrimiento, existía todavía un resto, los
Guanahatabey”.
Entre los nautas arcaicos y grupos pre-líticos
es muy posible que se encuentre el descifre de estos enigmas del origen. Tó es
un envoltorio sagrado cuyo significado es ‘’envolver’’ o cubrir. La Toa es la
Madre Rana-Toa-ti es el Cemí de tres puntas- que nutre la tradición oral o
aquello que debemos preservar y custodiar o proteger celosamente
(Tla-toa-ni=Tlatoani=’’el que habla’’). “Amphibians of the genus Bufo, toads played an important
and early role in the religious symbolism of ancient Mesoamerica. Depictions of
toads first appear in Formative Olmec art, and it is likely that many of the
‘’were-jaguar’’ figures are actually TOADS’’ (Mary Miller and Karl Taube, The Gods and Symbols of Ancient Mexico and
the Maya, 2004, 168). Toa,
Toa -según Pane- es la evidente transformación en Tona, sin duda alguna, de un
singular y conmovedor aspecto similar naguálico. To-naca es ‘’nuestra carne’’ y
Tonacáyotl se le llama al maíz en náhuatl. Ese antiguo vocablo Toa es también
un río o poderosa vena de sangre Toa-Be’Ik=Toabey la que nos une en virtud y
rectitud-Tohil Be- con el verbo sacro y consanguíneo de los ancestros. Otoa es otra
variante de Otuao=Utuado.
En el fondo, el lugar de la blancura o
lugar de las garzas o Aztlán original al parecer de ninguna forma sensata puede
ser encontrado ni ubicado fielmente sin discusión y polémicas –hasta políticas-en
México. Vale decir que el sabio Boturini decía que Aztlán era una provincia de
Asia. Recordemos solamente el momento en el cual Motecuhzoma Ilhuícamina
reflexiona sabiamente sobre el lugar remoto de sus ancestros y ordena a Tlacaélel
reconocer ‘’el dichoso lugar’’ donde moraron sus padres. Sin embargo, también
en este caso es gracias al poder del nagual que puede acceder de forma precisa
los más poderosos brujos al lugar sagrado. “El demonio, forzado por aquellos
conjuros y ruegos, y ellos, volviéndose en forma de aves unos, y otros, en
formas de bestias fieras, de leones, tigres, adives, gatos espantosos, llévoles
el demonio a todos ellos a aquel lugar donde sus antepasados habían habitado’’ (Durán,
II,p. 217) en Hernando Alvarado Tezozómoc, Cronica Mexicáyotl. Podemos ver que
este preciso lugar legendario e histórico conlleva en su estructura formal el
complejo cuerpo de varios planos de realidades superpuestas. “Por el agua en
sus barcos vinieron, en muchos grupos, y allí arribaron a la orilla del agua’’
(Informantes de Sahagún).
De manera que existe un motivo esencial por
el cual Moctecuhzoma Ilhuícamina retoma y se apropia de estas fuentes orales y
envía a estos naguales al sitio que sus Abuelos le habían indicado-Chicomoztoc-Tollan-el
“lugar de las siete cuevas’’ de donde habían comenzado su migración original
los viejos y ancianos ya hacia miles de años (Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España (T.II, 215). Mientras tanto,
Aztlán-Tollán-Chicomóztoc es una poderosa transmisión sistemática de memorización
o tradición milenaria prehispánica, que se mantuvo oralmente-la que luego fue
codificada y rigurosamente adaptada-en el Cálmecac y en otros muchos centros de
enseñanza de varias culturas ancestrales. Sin duda, son enseñanzas antiguas modificadas y bien asimiladas, de
acuerdo a cada línea personal o grupal de tradición espiritual ancestral. De
esta manera lo afirma el sabio mexicano Don Miguel León Portilla: “Los mexicas
o aztecas, al tiempo ya del enfrentamiento con los hombres de Castilla, eran
herederos de milenios de cultura’’. Luego, más adelante, nos confirma el serio
investigador: ’’Se sabe de hecho que fueron algunas gentes de origen tolteca,
los famosos: Tlailotlaque, “Los Regresados’’, quienes, procedentes de la
Mixteca, vinieron a ensenar a los tezcocanos el arte de la escritura’’.
Estos grupos salen por algunas razones de
índole climático-cambios bruscos de los ciclos naturales- y de fuertes y
constantes expresiones de renovación o regeneración telúricas. Clavijero
afirmaba que un pájaro o avecilla les instó a salir apresuradamente. “Ese
tihui, tihui, que incesantemente nos repite. ¿Qué otra cosa significa que
conviene salir de esta tierra y buscar otra?’’(Clavijero, 92). El mismo
Clavijero nos dice que había podido rastrear esa cronología de la salida hasta
el “año de 160 de la Era Vulgar’. Por lo
general, el mensaje original se encuentra impregnado de categorías sacras enmarcadas
sabiamente en conjuntos de creencias nahualísticas y en mensajes simbólicos
entramados entre aquellos significados ordenados y clasificados por la visión milenaria
del nagual. En este mundo espiritual es aceptable que el colibrí, la hormiga o
el animal de poder sean guías y maestros del viaje y, a la vez, puedan mantener
una relación determinada con el clan escogido transmitiendo una información privilegiada
entre sus miembros. Los Abuelos del Jaguar y la Serpiente de Cascabel, formaban
órdenes y hermandades secretas en vías a mantener celosamente la total recuperación
y permanencia coherente de las raíces formativas de su herencia espiritual
indígena. Acá en el Caribe Insular fraterno y específicamente en el Parque
Ceremonial Indígena de Caguana, Utuado Puerto Rico, se encuentra orgulloso el
símbolo de la garza entre los petroglifos principales asociados a la mitología
del juego de pelota (véase: Dra. Yolanda Molina Serrano, U.P.R. Utuado,
Posibles patrones de desarrollo pictórico, 13).
Hasta la fecha el investigador cubano,
Antonio Núñez Jiménez se reafirma que existe una “historia contada’’ que se
encuentra también en los petroglifos. Dice el investigador: “El ideograma, tanto
pictográfico como petroglífico es una forma de escritura primitiva en
ocasiones, el dibujo significa el objeto representado’’. Desde esa perspectiva una
interpretación del fenómeno arqueológico de la representación de la garza en
Utuado existe en la enorme familiaridad de elementos comunes y dispersos entre
una rica y variada iconografía de los pueblos hermanos de Mesoamérica. Es
evidente que desde ya hace milenios, surgen y permanecen entre todos ellos vocablos
y toponimias familiares y comunes de asombrosos sustratos lingüísticos
parecidos. Es para nosotros evidente que ya en la iconografía y evidencia arqueología, asociada entre el ir y
venir a través del juego de pelota entre estos pueblos hermanos antiguos, se puede
demostrar la antigua afinidad en la arqueología del Parque Ceremonial de Tibes,
en Ponce Puerto Rico, ya desde el siglo I d.c. (25). Así pues, recientes
investigaciones científicas sobre los patrones y afinidades migratorias e interpretación
de una filiación biológica ancestral común , nos conducen a pensar –muy seriamente-,
en una mutua influencia racial enmarcada dentro de una visión cronológica verificable, más antigua;
para de esta forma, poder comenzar, a revaluar la evidente presencia humana en
el área Circum- Caribeña desde posiblemente 6,000 antes del presente (Robiou,2003,32-35,38-51;Sued
Badillo,2008,66;Coppa A., Cucina A., Lucci M., Luna Calderon F.,Tavarez C.,Vargi
R. “El Poblamiento del Área Circum- Caribeña en Congreso de Arqueología del
Caribe’’, Vol.II,2003,494).
La arqueología reciente comienza a
establecer científicamente que las migraciones originales o iniciales hacia y
desde Mesoamérica al Caribe pueden ser fechadas hacia cuarto milenio A.C
(Maggiolo y Ortega, 1976). Bueno me atrevo a sugerir que solo necesitamos
abrirnos a considerar que la verdad espiritual de la unidad y origen único de
nuestros pueblos Originarios hermanos se encuentra cada dia un poco más cerca. ¡Muchas
Gracias!
Ajau Tsaab Kaan J-Meen Báalam.