miércoles, 29 de agosto de 2012

HABLA: MAGDALENA

Canalizado por Gillian MacBeth-Louthan


Yo Soy la vibración, la energía y la claridad de la que se conoce como la Magdalena. A medida que el Tiempo escrito se desengancha, busca los cuentos antiguos que ha traído a rastras por demasiado tiempo. Yo, como la vibración de la Magdalena, he esperado este tiempo, este día, este lugar, para anunciar en la plenitud de la Luz ante Dios, país, hombre y religión, lo que verdaderamente significa amar tan profundamente a un hombre que se ha Cristificado y al que se lo ha visto más brillante que un sol. He esperado mucho para ser reconocida como compañera en la Luz. En este reconocimiento de mi unión con Cristo, no deseo desmerecer a otros ni intimidar a ninguna religión, inclinándola hacia mi verdad. No deseo causar controversia en un mundo que ya está lleno de agitación.

Yo represento a todas las mujeres. A aquellas que aman sin motivo ni justificación. Aquellas que lloran por todos los que se niegan a sentir o mostrar dolor. Represento lo que no tiene fundamento y sin embargo es eterno por naturaleza. Aquello que no cesa. Yo soy el texto oculto dentro de la luz que expone lo que está en lo profundo de las entrañas del tiempo. Siempre me han representado como bosquejos en el tiempo para mostrar lo que estaba oculto. Yo también luché contra mis miedos y pesadillas todos los días mientras andaba por un mundo que estaba profundamente dormido. Un mundo que no podía ni puede ver lo que tiene delante.

Todo lo que he representado desde el comienzo del tiempo es una posibilidad femenina Crística. Yo represento a la Diosa, la madre, lo femenino dentro de todo lo que es humano y femenino. Yo sólo reflejo las habilidades que necesitan adoptar quienes siguen mis enseñanzas, para permitir que por fin se vea este matrimonio sagrado en la plenitud del tiempo y del texto sagrado. He reconocido mi propia divinidad al aceptar al Hijo de Dios dentro de mi propio corazón y cuerpo. Su sagrada presencia, que reflejaba a la mía, me consumió. Yo creé desde un ángulo distinto de luz que él, trayendo nuevos colores al arco iris de la Tierra.

No es que quiera que se me reconozca por los 2000 años de dislocación histórica, pero sí quiero que la Tierra acepte el hecho de que un linaje de sangre Crístico vive físicamente en los cuerpos de muchos en la Tierra. Muchos se han enfocado en la injusticia que se me hizo al barrerme bajo la alfombra del tiempo y recortarme de las páginas de los manuscritos antiguos, pero todo eso para mí es agua vertida en el río, no tiene importancia.

Lo que quiero que reconozcan no es lo duro de mi existencia ni que se la haya ocultado. Lo que quiero sacar a la luz es el linaje sagrado. Un linaje físico que alberga una miríada de capacidades sagradas. Muchas religiones de su mundo han mantenido ocultas las verdades, manteniendo a las masas en tortuosos mecanismos de falsedades. Muchas religiones ven a Cristo, el hombre, tan sagrado, que haber siquiera tocado o amado a una mujer deseándola lo rebajaría, lo haría demasiado humano, demasiado débil, para ser siquiera un dios.

Lo que esto dice alto y claro es que el amor y el matrimonio no son sagrados, no son divinos y es considerado impuro por muchos que visten oscuras túnicas de repulsión. Para la religión, la sola idea de que Jesús realmente ame a alguien, es algo perjudicial para su divina memoria, dañino para su Santidad. El matrimonio es la creación de una trinidad divina. Es cuando dos reconocen el profundo amor que los une y crean un contrato divino bendecido por Dios.

Yo vine a la Tierra como una Hija de la Luz. Una hija de la luz que se extravió durante muchos años, buscando lo que no podía ver. Una Hija de la Luz que buscó en muchos textos sagrados y viajó muchas millas para encontrar lo que era Santo, lo que era verdad y lo que estaba por venir.

En mi humanidad, me extravié y olvidé. Entonces un día me encontré frente a frente con mi Amado. Cuando la oscuridad de mis ojos y el azul de los suyos se encontraron, fuimos como dos galaxias que por fin se tocaban y recordaban que una vez fueron una. La inmensidad de esa conexión creó un efecto expansivo a través del tiempo.

Siempre hemos sido una Pareja Sagrada, casados a través del tiempo sin lugar a dudas. Ocultamos nuestro amor en lo profundo detrás de las miradas, de los contactos, de las verdades que pasaban del uno al otro. El sabía lo que ocurriría, al igual que yo. Yo había soñado su muerte muchas veces y él siempre me consolaba por las noches. Eso fue parte de los demonios que él expulsó ya que yo tuve esos sueños muchos años antes de conocerlo siquiera. El sabía que todas esas pesadillas me tenían encadenada y dolida. Eran mi mortificación y entonces él me liberó. Al hacerlo, me quitó un gran velo negro del corazón, de mis ojos. Vi mi luz y mi destino con tal claridad que nunca dudé ni una vez de ese conocimiento.

No hay palabras que describan lo solo que estuvo en su caminar por la Tierra. Habíamos estado en contacto desde niños, muchas veces en el mismo lugar y, tal como hacen los niños, bromeábamos entre nosotros; de cabello color caoba y muy travieso. Porque, en su humanidad, él iba a disfrutar de la vida mientras buscaba las respuestas a las preguntas que guardaba en lo profundo de su corazón. Sabíamos que nuestras formas humanas terrenales estaban destinadas a encontrarse, pero a los ojos de un niño, eso estaba lejos en el futuro. Trabajamos juntos como una sola luz en los éteres y lugares de ensueño. Siempre estuvimos conscientes de los sacrificios que habían de venir y atesorábamos cada minuto, cada toque, como perlas, preciosas y únicas.

No me presento para que se me vea como una víctima, porque yo nunca, jamás fui víctima de nada ni de nadie. Siempre me mantuve firme en lo que sabía que era verdad y lo que sabía que era el destino. Nosotros sabíamos que nuestro tiempo sobre la Tierra era minúsculo comparado con la eternidad. Yo debía permanecer en el planeta y dar a luz un linaje que sería recordado 2000 años. Cuando los ojos de la humanidad vean a la Magdalena en cualquier forma, se activará un recuerdo profundo. A medida que ese recuerdo brota en el corazón y los ojos de la Tierra, la santidad continúa. Imaginen este ADN Crístico como una ristra de luces de Navidad, que se envuelve alrededor del mundo.

Yo soy la Magdalena – represento al Cristo femenino. Represento aquello en lo que se van a convertir en cada aspecto de su vida. Una mujer que es profetisa, una mujer que puede ver el futuro, una mujer que sabe que cada minuto cuenta, una mujer que reconoce su sacralidad y su capacidad para interactuar con toda la vida y la Tierra. Eso es lo que les doy como regalo.

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La Magdalena llevó a la niña Crística a la Gran Pirámide para recibir la descarga completa de la semilla Crística. La fuerza de la Gran Pirámide activó a la niña difundiendo a todos los puntos de luz en las estrellas. Un vórtice de amor nació dentro de un vórtice de poder al encontrarse tres y convertirse en Uno. El lugar sagrado avanzó en su propia evolución postergada al tener lugar esta acción desinteresada.

La niña nació prematuramente. Al ser pequeña y de naturaleza delicada, esa descarga aseguró su supervivencia. Entonces se completó la trinidad en obra y destino. La hija Crística del matrimonio sagrado se anticipó debido al estrés de la Magdalena y la pérdida y trasmigración de su más profundo amor. Hubo muchas lágrimas, pero se contuvieron muchas lágrimas más, su cuerpo se volvió tóxico por la emoción mientras llevaba a la hija de la luz en su vientre. La niña llegó prematura e inesperadamente en un lugar que sólo el destino conoce. La tierra misma se movió ese día tal como se había movido la estrella durante el nacimiento del propio Cristo. El menos sagrado de los lugares se volvió sagrado y hasta este día y momento, nadie lo ha visto.

Gillian MacBeth-Louthan
PO Box 217
Dandridge, Tennessee

37725-0217

www.thequantumawakening.com
thequantumawakening@Gmail.com

Traducción: Margarita López
Edición: Susana Peralta
Sitio oficial de El Despertar Cuántico en español: www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
Difusión: www.escuelaclaridad.com.ar

La Bendición de ser mujer,
Sylvia R.